martes, 18 de noviembre de 2014

De pronto he recordado, lo bueno que era escuchar...

Se me olvidó, lo bueno que era escuchar
y desperté, entre plumas de ánade real
y descubrí, sorprendido, que mi en derredor
no era más que un basurero enfrascado en cristal.

Y lloré, amargamente mi amnesia
y reí, sin motivos aparentes
y canté, porque eso nunca me ha sobrado
y dormí otra vez de nuevo
esperando que a tu lado
aquellos pesados sueños
ardan en fuegos fatuos

Qué de noches desde entonces...
¡Y qué noches!
¡Y qué desdenes!
Y qué de tenaces intenciones
enternecen las pasiones
y entre tanto y tanto danzan
a las luces de las lunas
y a las sombras de los soles

Bah!
Me deshago en cuchufletas.
En retórica y estética.
Como dije, se me olvida,
que la poética,
ante todo ha de ser sincera,
profunda, coherente y honesta.
Y no estas barrabasadas
que perpetro en madrugadas
pensando en cuando las lea
a un público al que no vea
porque los focos me cieguen
la visión y la decencia.

Y ahora al fin lo tengo claro,
Ha sido de nuevo el ego.
El mio, mi yo, mi amado.
el que siempre me escupe luego.

Él.
Que hace que olvide,
lo bueno que era escuchar.
Él.
Que me engaña diciendo
que no habrá mejor manjar,
que deglutir las mentiras
que vomito sin parar.

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